Publicado el 07 de Febrero de 2020.
En las escenas introductorias de la película ‘1917’, el general Erinmore le confía una misión a dos soldados de bajo rango: entregar una carta al coronel Mackenzie, comandante del Batallón del Regimiento de Devonshire.
De entregarse a tiempo, el mensaje de la carta podría extender, al menos por un día más, la vida de más de un millar de combatientes británicos.
En pocas palabras, la obra audiovisual gira alrededor de la homérica travesía, por territorio enemigo, de dos jóvenes soldados británicos en medio de los paisajes postapocalípticos de la Primera Guerra Mundial. Así, para cumplir su misión, Blake y Schofield corren a través de trincheras infestadas de moscas y de campos cubiertos de cadáveres.
Tras pocos minutos del inicio de la película, salta a la vista una de las fortalezas de ‘1917’: el pulcrísimo diseño de la escenografía.
En el transcurso de la misión, una de las secuencias más sorpresivas de la película se produce tras un accidente aéreo. Una vez en tierra, cuando el piloto alemán se halla en medio de las llamas, Blake y Schofield, en un momento de compasión humana, lo socorren. Sin embargo, una vez fuera de la aeronave, el alemán los traiciona y, a espaldas de la cámara, ocurre el evento más fatídico de la historia.
Aunque la trama es sencilla, en esta travesía el director británico Sam Mendes deja entrever —superficialmente— los dramas humanos de la Primera Guerra Mundial: el sinsentido, la locura, las mutilaciones y la muerte que los militares sufrieron como consecuencia de esta cruenta guerra de trincheras.
Quizá, lo más destacado de la película es su dirección de fotografía. En el filme, Roger Deakins —que también fue director de fotografía de ‘No Country for Old Men’, ‘A Beautiful Mind’ y ‘Blade Runner 2049’— realiza un plano secuencia que sumerge al espectador en la miseria de las trincheras y los caóticos paisajes de la guerra.
En una entrevista con The New York Times, en respuesta a la pregunta ¿cuál fue el más grande desafío de ‘1917’?, Deakins respondió: “Hallar el equilibrio correcto de la toma (…). ¿Es demasiado claustrofóbico arrastrarlos por una zanja? Una vez que nos decidimos por la intención de la cámara, fue solo un desafío técnico descubrir cómo dividir nuestra única toma en secciones para que fuera manejable”.
Así, el más grande acierto de ‘1917’ es sumergir al espectador en la atmósfera de la Primera Guerra Mundial, en los paisajes bombardeados y en la inmundicia de las trincheras. Una inmersión lograda por la combinación magistral entre la escenografía y la fotografía.
Finalmente, respecto a la historia, la Redacción Habemus comparte la opinión de Amira Saim publicada en Vogue: “El guion no es el fuerte, pero nunca es un mal guion, solo que no con finales sorprendentes, twists inesperados ni metáforas demasiado rebuscadas”.