Publicado el 14 de Julio de 2020.
Según rumores, tras la firma del Tratado de Versalles, Georges Clemenceau — en aquel entonces, presidente de la República de Francia—, al recibir el documento de rendición por parte de Alemania, dijo: “Bueno, esto es el final”. Sin embargo, el historiador Arthur J. Toynbee, que allí estaba presente, masculló en voz baja: “No, esto es sólo el principio”.
No obstante, pese a los sinsabores para Alemania, las negociaciones con las demás partes continuaron. Y, poco después —también— el imperio austrohúngaro selló su suerte con la firma del Tratado de Saint-Germain en Laye, en el que se oficializó la separación de Austria y de Hungría, además de la pérdida de soberanía sobre Eslovenia, Bosnia, Herzegovina y Dalmacia.
Así, tras la Primera Guerra Mundial, el mapa político se transformó y tres grandes imperios se disgregaron en un conjunto de naciones más pequeñas: Austria, Hungría, Polonia, Yugoslavia, Checoslovaquia, Estonia, Letonia, Lituania y Finlandia. Sin mencionar, la pérdida de soberanía de Alemania sobre sus colonias en África.